Morelia



Existe un pensamiento del cual me amarré
desde un comienzo, no fui consciente.

Conforme pasó el tiempo, comencé a sospechar;
sí, era un pensamiento que atravesaba mi subconsciente
cada vez que tu existencia
atravesaba mi vida independiente,
de la tuya.

Estaba seguro de que era algo inusual.

Era un misticismo, una magia casi de brujas.
Un correteo de fuerzas a lo interno que me trataba
de explicar como debía barajar mis palabras,
aún así no encontraba la aldaba,
hacia tu mística.

Y es que tenías, o más bien tenés,
ese interesante retrato de mujer ardiente,
de única mujer que quema con hielo y cada vez
que deja de quemar,
es únicamente para explicar
que lo volverá a hacer.

Aunque sin ganas de herir, ni de corromper.

Porque estoy seguro que las heridas causadas,
los ataques de sentimientos puros, no fueron
con razón de invalidar como las cruzadas,
sino que simplemente nacieron

a partir de las limitantes que en tu corazón existen,
de los derroches de amor,
de las penurias en las soledades
de las esperas en los oscuros comienzos de los días.

Y estoy seguro que lo sabés.

Sé bien que tenés presente que no son nimiedades,
que lo que te ata, no es cualquier estupidez;
no es físico, no es algo que entiendan las sociedades,
no es sino, un pecado del que no sos capaz de escurrirte,

que te hace cargar una corona de espinas a diario,
no porque te creás reina y te crean falsa,
sino porque sabés que deberías ser reina y la vida
te engañó haciendote creer que tu reino es una simple farsa.



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