Una flor en la ciudad
Durante mucho tiempo estuve quizá evadiendo lo que según yo era perjudicial para mi, estaba seguro que no quería definir mi vida al lado de cualquier ser similar o diferente a mi, no importa si tuviese características que me agradaran o que me otorgaran placer, simplemente no era de mi interés poseer a alguien a mi lado.
El paso del tiempo me fue enseñando que las personas no eran felices cuando alguien más se acercaba a sus vidas. El hecho de compartir mi ser, no era algo que realmente me hiciera sentir devoto a quién pudiese compartirlo, de hecho, para mi nadie podía ser tan siquiera digno de poseer una pequeña parte de lo que yo era.
Y como pasa la mayoría de las veces, entre más vivía, más me convencía de que debía permanecer egoísta y no darle a nadie ni siquiera "un pedacito" de mi. Es más, estoy seguro que conforme pasaban los días, simplemente me volvía más frío y testarudo con respecto al amor; más lo rechazaba y más le hacia caso a esas voces que me decían que la felicidad estaba en la soledad y que el ser primero yo, segundo yo y tercero yo, si si sobraba, pues seguía yo, era la fórmula perfecta para levantarme cada noche a darle gracias a la vida por ser tan contento... claramente me engañaba a mi mismo.
Porque yo deseaba a alguien a mi lado, como dicen "muy en el fondo" lo hacía. Aveces sí, veía las parejas pelear y las referencias, pues, no eran las mejores y el amor seguía pareciendo un producto únicamente diseñado para que las personas tuvieran una excusa para actuar por algún motivo en el cual no tenían el valor suficiente para decir "sí lo hice por placer" o "sí, lo hice porque simplemente lo sentí hacer". El amor era falaz, fugaz y feo. Una triple F bien pronunciada y en mayúscula.
Y he hablado hasta ahora en pasado porque hoy, eso es, pasado. Y sí, en el pasado han sucedido muchas cosas, varios corazones rotos (me los he cambiado como cambiar una bobina dañada), decepciones otorgadas por confianzas, pero ¿y qué? Esa es la vida, vivir porque corten la flor sin el tallo, pero luego los pétalos deciden nacer nuevamente y volver a embellecer una ciudad llena de humo y gente que no se detiene a verla... aunque para mi, ahí se detuvo ella.
Se detuvo y me hizo ver que mi belleza podía hacer sus días distintos, me hizo sentir importante e interesante y aunque sí, busqué mil errores en sus palabras y acciones, no los encontré y creí darle una oportunidad, cuando no fue así. Fue ella quien me la dio a mi. Fue ella quien me dio una nueva oportunidad de aprender a amar, que me ha enseñado que la distancia sólo significan ganas y que las sonrisas son sinónimo de esperanza, me ha enseñado que la oscuridad que ha habido hasta ahora en mis corazones, es una oscuridad bella que también puede demostrar valentía y fuerza cuando se necesita.
Y sin perder lo que fui, sigo siendo yo mismo pero en su mano. Donde ella me permite ver y recorrer el mundo desde su perspectiva y me enseña también a valorar lo que es ser vida para alguien más, a disfrutar lo que es la verdad detrás de querer, enamorarse y amar.
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