Miedos


Es diferente sentir un miedo conocido
a temerle a algo que ni siquiera sabemos que es,
pero espanta. 

Experimentar ansiedad por descubrir eso,
nos lleva a llorar nuestros miedos,
a suplicar por una luz que nos ilumine aún cuando los vemos.

He vivido ambas.

Pasé por procesos donde mi agrado por el miedo,
me llevó a otros, dónde hoy en día aún no sé que son,
y espero así se mantengan.

Encontré soluciones a temores que eran obvios para todos,
pero para mi eran algo más que simplemente enfrentarlos,
eran un motivo de sobrevivir.

Y aún tengo otros que he decidido no enfrentarlos,
dejarlos continuar por mi vida
que me estorben cada vez que hago algo mal
ciertamente me han de suspirar
cada vez que corro sin pausa hacia la maldad.

Muchas veces incluso me dan fuerza,
fuerza para evitarlos y buscar un mejor lugar para habitar.

Sin embargo, amo la combinación.

La fusión perfecta entre los miedos me hace sentir vivo,
me hace experimentar una deliciosa inseguridad,
es como si se activara mi cuerpo en busca de seguridad,
aún sabiendo que nada pasará.

Cada vez que esto sucede, sólo quiero vivir el momento.
Carcajearme de aquellos que son poco seguros de lo que son capaces,
porque claramente son capaces de ser más "valientes" de lo que soy.

Justo como ahora,
dónde mi miedo infinito no lo puedo manejar
y ahí está, constante.

Día a día espero el momento,
un cuervo fugaz que me traiga la carta que me haga morir,
una hoguera que crea humo y me explique que debo llorar,
unos labios que me enseñen que he hecho mal,
que no debo ser feliz
ni las pesadillas amar.

Ahí está, 
existe sin más,
y nunca sabré que llegará, hasta que llegue 
dónde entonces será el final,
y no me podré manejar más.

¿Curioso no?
Realmente amo el miedo,
pero me aterroriza, me da pánico, me termina el espíritu,
el horror que le tengo a que mi vida se acabe
desde las cuerdas vocales de una mujer,
de vos mujer.

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En la foto el Grupo Garganta de Mezcal de México.


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